miércoles, 9 de abril de 2008

Carta de Frei Montalva al "hermano" Bernardo.

Carta de Eduardo Frei Montalva a Bernardo Leighton Guzmán

[Publicada en el diario La Segunda el 14 de junio de 1998]


Santiago, Mayo 22 de 1975.

Señor Bernardo Leighton Guzmán
Roma, Italia.

Querido Bernardo:


Recibí tu carta del 22 de abril y aprovecho el viaje de Angelo Bernasola para enviarte una respuesta.

Tú me dices en ella textualmente: “He leído y releído tu carta, meditado con ánimo objetivo y abierto sobre cada una de sus líneas más expresivas. Otro espíritu no hace grato ni útil un intercambio de correspondencia. Trataré de seguir el orden de tus argumentaciones y juicios concretos”.

En vista de la acuciosidad con que sigues mis pasos y argumentos y la forma de tu planteamiento, me parece que lo mejor es atenerse a la misma pauta.

Comienzas comentando mi frase que me desconcertó la interpretación dada por ti acerca de la declaración relativa a la expulsión del país de Renán Fuentealba, en que tú textualmente dices que se expresaba confianza en los actuales ocupantes del poder para ser el centro de la reconciliación de los chilenos, cosa que yo jamás he afirmado.

Comentando esta parte me dices que tengo razón, pues las palabras transcritas son tuyas y no mías. O sea, dejas estampado que me atribuías algo que se te ocurrió a ti, pero que yo no había escrito, lo que no deja de ser grave. Pero en vez de reconocer ese hecho tratas de justificarlo sobre la base de analizar una serie de actitudes mías para así explicar el que me hayas inventado una frase que no dije.

Cualesquiera que hubieren sido mis actuaciones anteriores, ello no te da derecho para suponerme ideas, actitudes o afirmaciones que no he formulado ni he pensado, pero revela cuál es el fondo de tu actitud, que en este caso se transparenta. Como tú me hablas con franqueza, de igual modo te diré que has adoptado una actitud de juez o acusador que no acepto; pero al amigo de tantos años le voy a contestar.

El origen de donde derivan todas nuestras diferencias reside en una visión fundamentalmente diferente de lo que pasó en Chile en los años de la Unidad Popular. Si yo parto de la base de que el gobierno de la UP no violentó las leyes ni la Constitución, que a ojos vista no estaba preparando un golpe dictatorial marxista-leninista, que no se manifestó reiteradamente un gran desprecio por la democracia formal y burguesa, que no se creó en el país un clima de odios insuperables, y no se llegó a la destrucción de la economía que acarreara inevitablemente el trastorno político, no hay nada que decir. Si, por el contrario, ocurrió todo eso y mucho más, como lo pienso, no hay manera de entenderse.

No me interesa entrar a discutir aquí las intenciones del Presidente de la República, porque los hechos históricos y políticos se juzgan por lo que realmente ocurrió y no por la interpretación de cuál sería el estado de ánimo de personas que se estiman o se quieren.

En esas condiciones, el golpe militar, que siempre califiqué y he calificado como una desgracia tremenda para el país (ahí están todos mis escritos), resultaba inevitable. La responsabilidad de que después de más de 160 años de vida democrática ésta se quebrara en una forma tan dolorosa como terrible, no corresponde a la Democracia Cristiana o a mí, como la canallería de cierta propaganda ha querido decirlo, sino a quienes sistemáticamente, con todas sus acciones tácticas locas, irresponsables o perfectamente conscientes no me importan los calificativos, de hecho llevaron al país a ésta, repito, trágica situación. Pero ahora resulta que los Altamiranos y los Mir y los Mapu y los comunistas son los verdaderos demócratas, y el PDC y yo los culpables de lo ocurrido. Es como si un médico constata un cáncer y el enfermo lo califica de infame, acusándolo de habérselo provocado.

A la luz de una y otra interpretación, todo lo que sigue es distinto, y me referiré al capítulo de cargos que con tono admonitorio me formulas.

Fui a la ceremonia de la Gratitud Nacional a que invitaba el cardenal para pedir a Dios por la paz de los chilenos. Invitados los tres ex Presidentes de la República, me pareció mi deber concurrir, deber para mí doloroso, pero deber.

Olvidas tú que en esa ocasión fui interrogado por la TV y por la prensa. Mi respuesta fue: He venido a rogar a Dios para que vuelva la paz a Chile. No hay ahí ni una sola palabra de adhesión ni de excusa a nada. Además hecho que olvidas cuando al término de la ceremonia los otros dos ex mandatarios, el decano del Cuerpo Diplomático y todos los personajes asistentes fueron a saludar a la Junta, fui el único que permaneció sin moverse, lo que fue considerado por ésta como un extremo agravio, y ante el hecho de que así se me representara, contesté que yo era presidente del Congreso Nacional que ellos habían cerrado y que en tales circunstancias no podía adherir al saludo que los otros ex presidentes, autoridades y representantes extranjeros estaban haciendo. Fue notorio a la concurrencia entera de las Fuerzas Armadas que don Gabriel González y don Jorge Alessandri, que habían avanzado a saludarlos, se devolvieron a buscarme y que me negué a acompañarlos.

No digo esto por excusarme ni para dar explicaciones, sino porque quiero que los hechos también queden claros, ya que hay quienes viven llevando una bitácora de mis actitudes.

No acepté la clausura del Parlamento. Hay una declaración de mi parte al respecto. Es posible y lo he pensado muchas veces que debiera haber hecho una protesta formal, pero en las circunstancias que vivía Chile en ese momento, y que nadie podía suponer, como tú mismo lo reconoces, lo que ocurriría después, me pareció que más que testimonios personales, en que trata de salvarse uno y quedar bien, contribuiría así a la posibilidad de que se restableciera la paz y se abrieran caminos de conducción democrática. Como me gusta reconocer los hechos, hoy tengo graves dudas respecto a que podría haber sido más categórico en mis expresiones.

En cuanto a mi entrevista al "ABC", me extraña que la cites. Hice una protesta pública por los diarios diciendo que el periodista español había abusado de mi confianza, que no le había dado una entrevista, que había tomado parte de mis palabras, y entre otras cosas señalé mi protesta porque se ponía en mi boca una referencia al Presidente Allende que jamás hice.

Por lo demás, tú estás acostumbrado a entrevistas en que distorsionan palabras o te aprovechan. Testimonio de ello es tu entrevista a "L'Expresso", en la cual mañosamente, sin que tú lo hubieras dicho, del contexto de ella se desprendían juicios sobre mi persona, que me has afirmado no formulaste, o se hacían afirmaciones muy mentirosas, como el atribuirme encuentros con Pinochet en el mismo momento en que yo estaba en los Estados Unidos.

Por último, mi carta a Mariano Rumor. No sólo no me arrepiento de ella sino que, al repasarla hoy, no borraría una sola palabra. En un momento en que en Italia la desencadenada y millonaria propaganda comunista y marxista me hacía aparecer como asesino, a la Democracia Cristiana chilena como cómplice del golpe, y a todos los de la Unidad Popular como unos ángeles democráticos que habían caído por la siniestra y malévola acción de algunos chilenos, entre asesinos y vendidos, era necesario establecer la verdad de lo que había ocurrido en Chile y la realidad del proceso histórico que había vivido el país. Hacer un análisis histórico, en que no hay un solo error, no es justificar la dictadura, Es señalar la verdad histórica.

A no otra cosa responde también mi prólogo al libro de Genaro Arriagada. No hay una sola palabra de aprobación al golpe y mucho menos de una dictadura militar. Los elementos marxistas han escrito decenas y decenas de libros que contienen las mayores falsedades, incluso las más increíbles fantasías. No te he visto protestar en contra de ellos. Desde el libro del señor Joan Garcés afirmando que en conversación con Allende pocos días antes del golpe éste le dijo que jamás se entendería con la Democracia Cristiana, hasta toda clase de truculencias.

Yo creo que será difícil que el país se recupere si no se establece la verdad de lo que pasó. Y vuelvo aquí a mi convicción fundamental: nosotros entregamos un país en que durante seis años hubo real y verdadera democracia, y nadie mejor que tú lo sabe. Tú sabes muy bien lo amargos que fueron los 60 días entre el 4 de septiembre y el 4 de noviembre de 1970; las enormes presiones de que fui objeto, y sin embargo, es un hecho histórico que, cualesquiera que sean mis defectos que tú con acuciosidad apuntas y te esmeras tanto en destacar resistí esas presiones y cumplí con mi deber, entregando un país en pleno desarrollo económico, en las mejores condiciones que ningún otro gobierno lo ha entregado.

Continúas tú en tu lista de cargos. Citas una frase mía en cuanto no he tenido relación alguna con la preparación o el hecho del golpe militar. No tuve ni contactos, ni conversaciones, ni conocimiento de su gestación.

Tú me dices que no soy exacto. Quiero tomar en la mejor forma posible lo que en su texto es un agravio inaceptable. Recuerdas que una vez que nos reunimos en un departamento de Américo Vespucio (realmente no me acuerdo), yo dije saber que en esa ocasión no había duda de que el golpe se produciría. Me dices que me equivoqué de fecha, pero que eso no destruye el hecho, aunque las fechas no coincidan. Me parece fantástica tu afirmación. No había parlamentario ni persona en Chile que durante los últimos meses hablara de que el golpe se iba a producir y que estaba a la vista. No sólo lo dije una vez sino diez veces que veía que en las condiciones en que estaba operando el país el golpe sería inevitable. No había embajador, incluso de los países socialistas, que no expresara sus temores ciertos de que se iba al colapso. Rumores de todo orden corrían el día entero. No conozco un solo senador que alguna vez no dijera que había oído referencias a ello. Invocar esto para dar a entender que yo estaba vinculado con esta situación, me parece que excede a todo lo ponderable.

Retienes también en tu memoria me dices que en la comisión política yo informé varias veces de mi insistencia ante militares amigos para que aumentaran al control de parte de las FF.AA. respecto a las armas. Agregas que se ha conocido la intención torcida destinada a extremar la atención pública con que en repetidas ocasiones se aplicó esta ley. Tú me dices que al insistir en esto yo no tenía la intención, pero que prácticamente la servía, y que era grave por el alto cargo que ocupaba que no lo advirtiera.

Realmente veo que estamos en posiciones más que diametralmente opuestas para interpretar lo ocurrido en Chile.

Nunca oculté mi exigencia de que se cumpliera con esa ley, pues estimaba que ella podía impedir un trastorno, ya que ningún país puede admitir impunemente que se internen armas en forma ilegal. Esto no se lo dije a militares amigos. Se lo dije ocasionalmente a uno o dos de mis ex edecanes y sólo de manera formal al general señor Carlos Prats. En efecto, un mes antes del 11 de septiembre el general Prats me pidió una entrevista en casa de don Sergio Ossa. Tengo un esquema muy claro de lo que le manifesté. Fundamentalmente le resumiría en esta frase: Uds. están en situación de evitarle a Chile un golpe de Estado si son firmes y claros para exigir el cumplimiento de la Constitución, para que el país sepa claramente las consecuencias a que nos lleva la situación actual. Si Uds. le hacen ver esto con claridad al Presidente pueden salvar a Chile. Entre otras cosas le manifesté mi grave preocupación porque él decía que habría una guerra civil con un millón de muertos. Yo le dije que esa guerra civil no sería posible si no hubiera enormes cantidades de armas entregadas al país (cosa que por lo demás fue fehacientemente comprobada después), y que la aplicación severa de la ley despachada por el Congreso daría a la ciudadanía sensación de seguridad y a la vez evitaría la posibilidad de cualquier golpe.

Decir que si el Presidente del Senado exigía el cumplimiento de una ley que pedía al país entero ante el hecho gravísimo y provocativo de la internación de armas hacía el juego a la subversión, me da la impresión ya no de la Torre de Babel, sino de una distancia aún mayor para juzgar lo que ocurrió.

Por lo demás, en este aspecto las declaraciones de Renán Fuentealba como presidente del Partido, directiva de la cual eras Vicepresidente, son numerosas, públicas y muchísimo más severas que las mías. Sin comparación. De eso nada dices. Tampoco de la actitud de muchos personeros DC que actuaron pública y constantemente.

Muchas veces expresé que yo veía inevitable que la democracia se derrumbaría ante tales eventos. Más aún, creí mi deber advertirlo y repetirlo. Para ti eso es un delito. A los seis meses del Gobierno, en la elección municipal, dije un discurso al país a petición expresa de la Directiva, en el cual señalé que se llevaría al país al desastre y a una inflación incontrolada. El señor Vuskovic se rió de mí diciendo que la situación económica era espléndida y que no habría inflación. Según tú piensas, cometí yo una provocación y Vuskovic estuvo muy acertado. Sin embargo, olvidas que tú mismo, de lo cual hoy te lamentas, firmaste los acuerdos del partido en que se señalaron taxativamente las distintas violaciones de la Constitución y la ley.

Tú me recuerdas que un día al salir del Senado según tú te pregunté por qué estabas tan furioso, y tú me dijiste que no estabas furioso conmigo sino con mi posición política. Tú me has obligado a escribir esta carta, porque no puedo dejar en pie tus aseveraciones. Yo también recuerdo que un día te dije en el Senado: Bernardo, no te conozco. Te veo lleno de odio y de resentimiento. No soy yo solamente el que piensa así entre muchos amigos tuyos. No eres el Bernardo que yo conocía. Tú me contestaste que no era así, que yo estaba equivocado.

Después dices que yo hice declaraciones frente al Gabinete de Allende que fueron un ariete en contra de la estabilidad del Gobierno y precipité la catástrofe. He repasado esas declaraciones y las hice porque estaba convencido de que la fórmula que se estaba aplicando no tenía por objeto que las FF.AA. entraran al Gobierno a dar garantía a todo el país, sino para ser envueltas en una maniobra política destinada a dar los últimos pasos para la consolidación de una forma de gobierno antidemocrática. Los hechos posteriores me han confirmado la justicia de esa interpretación.

Por lo demás, tú pareces olvidar otra cosa. Hubo varias reuniones del comité político a las cuales asististe tú, Tomic y otros personeros y yo también, y con la aprobación unánime de la comisión política se señaló la necesidad de un gabinete en que estuvieran las FF.AA., pero se decía claramente y yo no era miembro de la comisión que no con unos dos o tres ministros superpuestos manteniendo toda la estructura administrativa inferior (subsecretarios, etc.), porque eso se consideraba un peligro y un error. Más aún, hubo una declaración oficial de la comisión política al respecto. Yo llevé un borrador de declaración el cual fue aprobado en términos generales, estando tú presente, y redactado en definitiva por el presidente del partido con la aprobación de toda la comisión, a la cual tú asististe.

Yo también hago memoria y podría citar otra infinidad de hechos, porque resulta que aquí parece que algunos no hubieran cometido pecado alguno y quieren convertir a otros, especialmente a mí, en chivos expiatorios de todos los pecados. Yo estoy dispuesto a cargar con los míos, pero no a que aparezcan como blancas ovejas quienes tienen bastantes salpicones...

Al final de la página 2 me dices que cometo un error al decir que escogiste el camino del exilio, porque tú no saliste pensando en un alejamiento definitivo y que es la decisión de Pinochet la que te impidió y te impide volver a Chile.

La verdad es que en el carácter de proceso que le has dado a mi carta, cometí un error. Podría invocar para él el que no me fijé atentamente en su redacción, puesto que comenzaba por decirte que considero una infamia que se te niegue volver a tu Patria, a la que tú siempre has servido con dignidad y con honor. Si siguiera tu hermenéutica diría que del contexto de tu actuación tú decidiste ese camino. Pero si tú estimas que he cometido un error, me apresuro a pedirte excusas por él.

En la página 3 hay una afirmación fundamental, que crees uno de los puntos claves de toda nuestra discrepancia. Dices textualmente: los que creyeron posible la colaboración, nunca recibieron una proposición seria y aceptable. Esto no es verdad, e incluso tengo escrito los hechos que demuestran lo contrario. Que la gran prensa guardara silencio o tergiversara, es cuento aparte.

Yo no puedo saber cuáles son los hechos a que tú te refieres mientras no los des a conocer. Desgraciadamente, en los años de la Unidad Popular tampoco tuve ocasión de conocerlos, .... que lamento profundamente, pues creo tenía el derecho a estar informado de una materia tan trascendental. Los hechos que yo ten..... ahora son otros: 1) nunca en la mesa directiva del partido en el Consejo se dio cuenta de ninguna proposición concreta o ..... Varias veces lo dije y en tu presencia. Era la ocasión de convencerme que estaba en un error; 2) la proposición de Irureta fue rechazada; 3) una carta que no conocía y que he leído de Tomic al presidente Allende fechada el 3 de Junio de 1971, en la cual textualmente le proponía un acuerdo con la Democracia Cristiana, no tuvo respuesta, lo que se tradujo en el hecho en una negativa; 4) las diversas gestiones que se hicieron respecto a la reforma constitucional; 5) las entrevistas finales y públicamente conocidas del presidente del partido, que nadie puede discutir, salvo que ya se quiera discutir que la luz del día no la produce el sol, que fueron rechazadas por el presidente; 6) la última conversación del presidente del partido en casa del Cardenal con el Presidente de la República, en la cual el primero le insistió en la búsqueda de un acuerdo sin que hubiera respuesta de parte del segundo, salvo que le encomendaría el asunto a Carlos Briones, cosa que no hizo. Por lo menos eso es lo que Aylwin ha informado y ha ratificado el Cardenal.

Me parece aún más extraño todo lo que tú me dices porque tú fuiste miembro de la mesa directiva durante todo el período de Fuentealba. Si hubo una proposición, ¿por qué no la tradujeron en hechos? Tampoco la llevaste a la presidencia de Aylwin. Por eso es que tengo verdadera curiosidad por conocer esas proposiciones, que desgraciadamente no llegaron a tiempo.

Tú me dices que la gran prensa calló y tergiversó. No hay duda. Pero yo creo que una directiva de partido que hubiera tenido una proposición seria y responsable no podía dejarse manejar por esa gran prensa. Nunca lo fue en las cosas decisivas. Por lo demás, entre esa gran prensa yo coloco también al "Clarín", de propiedad del Presidente de la República, que avivaba la cueca en una forma horrorosa y que injuriaba y encanallaba a destajo, y "Ultima Hora", de propiedad de algunos ministros de Estado. Yo fui una víctima constante de esa actitud. Y allí, salvo tratar de dividirnos en buenos y malos, nunca hubo nada serio.

Tú has hecho así una larga y detallada enumeración de lo que tú concibes como mis errores políticos. Pero yo quisiera agregarte dos cosas que creo es conveniente se señalen para la Historia.

Yo no me negué a hablar con el Presidente Allende. Lo que sí exigí, y lo dije categóricamente, fue que yo no iría a conversaciones privadas o secretas que, a mi juicio, se utilizaban con otros fines, debilitaban nuestra posición y desconcertaban a la opinión pública. En el mes de mayo de 1973 el señor Cardenal me manifestó la conveniencia de tener una entrevista con el Presidente, por insinuación de éste. Yo le contesté por escrito al Cardenal diciéndole que yo estaba siempre dispuesto a hablar con el Presidente de la República, pero que, dadas las circunstancias por que atravesaba el país, creía que esta conversación no podía ser durante una comida privada que a los pocos días se haría pública, lo que producía una sensación constante de engaño, y que si él quería conversar conmigo bastaría una palabra suya para que yo fuera a La Moneda, a la luz del día, pues jamás me negaría a su llamado, y que él como Presidente era el único que estaba en situación de tomar iniciativas para cambios políticos. Tengo copia de esa carta y la respuesta del Cardenal en que me decía que al transmitirle esto al Presidente de la República éste desestimó entrevistarse conmigo en esas condiciones. Tal vez debo ser pretencioso, pero no estaba yo para ser utilizado o para entrevistas tras las puertas.

Cuando fui a La Moneda con motivo de la muerte del edecán señor Araya, el Presidente Allende me recibió con extrema cortesía. Para dos días después estaba anunciada su reunión con Patricio Aylwin, que había sido suspendida por esa desgracia. Al despedirme de él le dije: Presidente, usted va a tener una conversación con Aylwin. Yo he respaldado con todo entusiasmo el que esta conversación se verifique. Creo que es decisivo para el futuro de Chile que usted llegue a un acuerdo con el partido y con su presidente. No trate con personas individuales, trate sólo con él como directiva oficial. Tenga la seguridad de que yo deseo el éxito de esta reunión. El Presidente agradeció mis palabras, pero no agregó una sola frase fuera de sus expresiones de gratitud. Si él tenía algo que decirme, yo le abrí el camino. No se interesó.

Para terminar con esta serie de recuerdos, quisiera señalar dos cosas.

Tú te encargas de señalar mis errores políticos, de subrayarlos, pero olvidas que durante los seis años de mi presidencia el Partido Socialista y el Partido Comunista, pero especialmente el Partido Socialista, mantuvieron una actitud de ruptura con el gobierno legal, que no tiene parangón con la que tuvimos nosotros con el gobierno de la Unidad Popular. Desconocieron la legalidad de mi elección; se negaron incluso en el caso del terremoto a ir a La Moneda cuando los invité oficialmente; me negaron permiso para salir de Chile a Estados Unidos, unidos a la derecha; los senadores socialistas y el propio Salvador Allende no sólo guardaron silencio para el Tacnazo sino que hicieron declaraciones estimulando el golpe. En cambio, la directiva del PDC y algunos prominentes democrata-cristianos tuvieron continuados contactos con el Presidente, perdonaron tramitaciones y engaños. Yo no los critico. Cuando Aylwin consultó si iba a La Moneda voté afirmativamente, y cuando me consultó privadamente si concurría a la comida donde el Cardenal, a pesar del fracaso anterior, le di mi opinión diciéndole que era su deber asistir.

También debiera pesar en tu conciencia un hecho: a ti te consta que yo no quería ser candidato a senador por Santiago. Cuando la mesa insistió, estando tú presente como parte de ella, dije la razón que tenía para no aceptar, y que era mi posición frente al gobierno de la Unidad Popular; el juicio que yo tenía de este gobierno, la catástrofe que se preparaba para Chile, y que yo en ese contexto daría la campaña, porque no podía hacerlo de otra manera, y que si ustedes no estaban de acuerdo con esa posición no tenía objeto en que insistieran en que fuera candidato. En eso fui extremadamente claro e insistente, y tú que has sido siempre muy honrado para tus cosas no puedes dejar de reconocerlo. Nada, pues, de mis posiciones posteriores pudieron extrañarte, porque fueron debida, explícita y reiteradamente advertidos respecto a cuál era mi posición. Y en esas condiciones me insistieron, designándome.

Cuando yo veo la oposición que le hace el comunismo al gobierno DC en Italia, cuando veo lo que ocurre en Portugal, en Grecia y en otras partes, confirmo cada una de mis posiciones.

Tú me dices que la Democracia Cristiana de Portugal no era claramente democrática y que ese militar era una persona extraña, que así te informaron los DC españoles. También lo sé. Leo diarios italianos que me llegan con regularidad. Leo “Il Popolo”, el órgano de la DC, y me di el trabajo de seguir todo el debate del Consiglio nacional de Febrero y las posteriores campañas; la ley para garantizar el orden público y la seguridad y el voto en contra del Partido Comunista, después de haber hecho campaña en contra de la Democracia Cristiana, porque ésta era débil para mantener el orden público; y después, cuando quiere intentarlo, la atacan por vinculaciones fascistas. Leo también "Le Monde" y el "New York Times" y otras revistas, de manera que a pesar de no estar en Europa creo tener una información adecuada y no simplificada de los fenómenos. Lo que es un hecho es que el PC con un 12 por ciento del electorado tiene más poder que los sectores democráticos con 60 ó 70 por ciento. Esta es la misma línea que siguieron en Hungría, cuando con el 17 por ciento del electorado se quedaron con el país, la misma línea de Checoslovaquia y la misma que siguen en cualquier parte. Los detalles importan poco frente a una línea de conducta siempre igual y a una estrategia no variada y sólo a tácticas diversificadas. Los DC italianos he leído sus declaraciones han dicho una cosa muy razonable: Mientras la adhesión a la democracia del PC sea sólo táctica y mantenga su filosofía y su estrategia muy clara para llegar a una dictadura totalitaria, no hay base para un acuerdo.

Yo quisiera ahora también, porque tú me has colocado en esa situación, decirte lo que yo pienso de algunas actuaciones tuyas.

Creo, en primer término, que tú cometiste un error político inmensamente grave, sin quererlo, porque nunca he dudado de tu lealtad y de tu rectitud. ¿Cuáles son esos errores? Yo creo que tus actuaciones amistosas y privadas, aunque fueran autorizadas por la directiva o no autorizadas porque tú eras parte de ella muy fundamental, los contactos que tuviste con el propio Presidente Allende, nunca fueron claros. Fueron emocionales, amistosos, y dieron pábulo para que él creyera que podía dividir o manejar a la Democracia Cristiana. Si se hubiera sido claro y más rotundo desde el comienzo y él hubiera visto un bloque en esa posición, tal vez se habrían evitado los daños posteriores y quizás llegado a un acuerdo. Y digo tal vez, porque creo que la temática en que estaba él empeñado y las fuerzas políticas que lo acompañaban lo habrían hecho imposible. Ignorar ahora todas las declaraciones del Partido Socialista, el Partido Comunista y el Mir y sus actos es imposible.

Creo también que nunca has hecho una valoración exacta de los actos del gobierno de la Unidad Popular que llevaron al país al despeñadero, a la violencia, a los cordones industriales, a las tomas, a los territorios ocupados por el comandante Pepe y otros, al control de las poblaciones, etc.

Esa valoración es posible la hayas hecho en las conversaciones privadas, porque te sé muy claro para ello, pero nunca en público. De tal manera que tú apareces, quiéraslo o no, avalando o cohonestando ese gobierno que tú estimabas correcto y aún ejemplarmente democrático.

Oscar Waiss, que dirigió el diario "La Nación", órgano oficial del Gobierno en el No. 600 de la revista "Política Internacional" publicada en Belgrado en abril de 1975, hace una serie de afirmaciones que por milésima, no por centésima, vez, confirman mi diagnóstico y no el tuyo. Si las hubiera citado en el prólogo del libro de Arriagada diría que era para justificar la dictadura y no para demostrar cuáles fueron las causas del quiebre de la democracia en Chile, sin cuyo reconocimiento no habrá reconstrucción democrática.

Te citaré algunas de ellas. Al señalar las grandes realizaciones del gobierno de Allende termina el párrafo con esta frase: La reanudación de relaciones diplomáticas y comerciales con los países socialistas, que permitió mejorar con independencia el intercambio mercantil. Grosera mentira, ya muchas veces repetida, pues esta reanudación se hizo en nuestro gobierno. Subrayo nuestro. Igual cosa respecto a la Reforma Agraria. Igual cosa respecto a la nacionalización, etc. Se diría que no hubo gobierno DC. Eso es engañar deliberadamente.

Otro párrafo: Y la brutalidad sin precedentes del golpe se explica por el temor de una guerra civil, muy proclamada por algunos sectores de la Unidad Popular y de la extrema izquierda y muy poco preparada realmente. El hecho político es que se llevaban proclamando la guerra civil.

Otro párrafo: Tememos que un estudio desapasionado y objetivo demuestre el bajísimo nivel de la producción agropecuaria en el período de la Unidad Popular; en todo caso, ella no disminuyó la crecida cuota de importaciones en este rubro, que se convirtió en uno de los factores determinantes del colapso. La verdad es más dura, y la dije oportunamente: de 14 millones de qq. de trigo en 1970, para citar sólo ese ejemplo, bajaron a menos de ocho. Naturalmente, eso explica el colapso al cual se refiere el señor Waiss.

Otro párrafo: El revolucionarismo de algunos alentó las tomas indiscriminadas, y el Estado debió hacerse cargo de manufacturas insignificantes o de pequeñas fábricas que exigieron, además, un recargo burocrático. Sin comentarios.

Otro párrafo: Entre las palancas que se dejaron en manos de la reacción estuvo la posesión de la mayoría de los medios de comunicación de masas. Olvidan lo que hicieron con la TV Nacional, que nosotros establecimos en Chile, y que convirtieron en un instrumento a su servicio; que además se tomaron el Canal 9. La oposición sólo tenía el Canal 13. Olvida, además, que se compraron más de 80 radios y que disponían de un poder de prensa equivalente, al menos, al de sus adversarios. La próxima vez no habrá diarios que estén en desacuerdo con el gobierno. Por lo demás, eso queda explícito en la siguiente frase:

Muy bien pudo permitirse a las masas adueñarse de esos medios y proceder ante los hechos consumados. Una revolución o un proceso revolucionario que se inclina ante la legalidad burguesa resulta más papista que el Papa.

Otro párrafo, que subrayo en forma especial: Porque con estos errores o sin ellos habríamos desembocado fatalmente en el mismo punto, con la diferencia de que, evitando los errores, la relación de fuerzas nos habría favorecido y hubiéramos sido nosotros los dueños de resolver el cuándo y el dónde. O sea, ahora el señor Waiss confirma lo que muchos dijeron.

Otro párrafo: Coincido plenamente con el camarada Carlos Altamirano en que es mucho más grave lo que no se hizo que lo que se hizo. Los propios militares golpistas no podían convencerse de que los alardes de una guerra civil no pasaban de ser más que eso: amenazas inconsistentes. De este párrafo y el contexto se deduce que para otra vez no se van a dejar llevar de alardes inconsistentes. En todo caso, es muy grave que los gobernantes porque eran los gobernantes alardeen de guerra civil.

Termina ese párrafo con esta frase: El MIR, provisto de un armamento bastante sólido, evidenció su debilidad orgánica retirándose sin intentar atrincherarse en los cordones industriales como estaba previsto. La estridencia revolucionaria se derrumbó como un castillo de naipes. Este párrafo del director del Diario Oficial e íntimo amigo del Presidente, revela lo siguiente: 1) que el MIR tenía un armamento bastante sólido. A confesión de parte...; 2) establece que estaba previsto atrincherarse en los cordones industriales. Luego, había planes y cordones.

Termina este artículo diciendo lo siguiente: El choque iba a producirse de todas maneras, fuere cuales fueren las concesiones del gobierno, y parecía imposible que el Presidente de la República, militante del Partido Socialista, se desentendiera de la consigna básica de su partido que era la de avanzar sin transar. Había llegado el momento de echar el fetichismo legalista por la borda; el momento de llamar a retiro a los militares conspiradores; de destituir al Contralor General de la República; de intervenir la Corte Suprema de Justicia y el Poder Judicial; de incautarse de El Mercurio y toda la jauría periodística contrarrevolucionaria.... Resultaba mejor dar el primer golpe, pues el que pega primero pega dos veces.

Seguramente tu argumento va a ser: es la opinión de Oscar Waiss. Sin embargo, esto confirma todo el libro de Arriagada. Es posible también que se diga que yo estoy justificando el golpe al citar este artículo escrito por un hombre prominente de la Unidad Popular, que está totalmente de acuerdo con lo que dice su secretario general, señor Carlos Altamirano.

Tampoco tú has evaluado, a mi juicio, todos los ataques de que fui víctima, el partido y yo, que he sido tu amigo durante toda una vida, al que trataron de asesino, dijeron que me financiaba con el tráfico de drogas, incluso atacaron hasta mi familia. Todo eso fue tolerado. Reconozco que dos veces tú protestaste por ello, pero es muy distinto, Bernardo, protestar y dejar constancia de la protesta, pero seguir en una misma línea de contacto con los infamadores.

Por último, aunque tú me honraste a mí siendo ministro del gobierno democratacristiano, yo creo que no ha habido ningún Presidente de Chile más infamado que yo por los que están en continua relación contigo. Yo comprendo que esto hay que olvidarlo y superarlo, pero la campaña continúa. Tú firmas un manifiesto con el señor Altamirano y otros que han hecho escarnio de mi persona, que han hecho afiches colocándome junto a Pinochet como asesino.

Tampoco veo nunca una valoración de tu parte de lo que fue nuestro gobierno, de todo lo que hicimos en el terreno económico, político y social. Tampoco recuerdas las locuras ideologistas que se apoderaron del partido, que siendo yo Presidente tuve que soportar, y que el peor ataque que se había hecho de nuestro gobierno partiera desde dentro del partido. Recordarás que te pedí afrontaras esa situación y fueras candidato, cuando la UP rechazó la proposición unitaria. Me dijiste que no tenías animo para ello.

Tú vives haciendo el proceso del partido. Tú me dirás que no, pero es así. Tengo a mi vista el No. 4 de la revista "Chile-América". Todo está allí calculado, medido y pesado para distorsionar los hechos y, sobre todo no creas que sufro de delirio de persecución, pero conozco las técnicas modernas para destruir a las personas. Cada vez que se nombra a don Sergio Ossa o a Juan de Dios Carmona se les agrega y subraya el título de ex ministro de Frei, cuando no se le agrega la frase íntimo amigo de Frei. No hay duda de que son mis amigos, lo que no quiere decir que esté de acuerdo con ellos. Desde luego, todo el partido en Chile sabe que cuando hicieron su declaración yo estaba fuera del país y que inmediatamente después de llegar les manifesté mi rotundo desacuerdo con tal documento, que consideré un grave error político.

Pero yo me preguntaría, ¿por qué cuando se dice don Bernardo Leighton no se pone también ex ministro y ex Vicepresidente del gobierno de Frei? ¿Sólo fueron ministros Ossa y Carmona? ¿Por qué no se dice de Radomiro Tomic o de Gabriel Valdés ex ministros de Frei? Tú dirás que fuiste ministro por méritos propios y que nada recibiste por el hecho de ser ministro mío. No lo dudo. Pero es un hecho que formaste parte de ese Gobierno, y hay otros que no eran nada políticamente y que si hoy tienen una situación es por haber sido ministros de ese gobierno.

Pero resulta que dentro de la técnica de la revista que tú oficialmente patrocinas, sólo son ex ministros los que les convienen a sus redactores. Lo demás se ignora y deliberadamente se calla. En una palabra, se trata de presentar mañosamente una imagen que me perjudique. No es casual lo que ocurre en los diarios italianos. No es casual que recientemente Le Monde hizo una relación de lo que sucede en Chile afirmando que las bases DC están cada vez más en contra de la posición del gobierno, pero deja caer la siguiente frase: a pesar de los reiterados rumores de contactos del ex Presidente Frei con el general Pinochet. No pueden afirmar que esos contactos existen, pero dejan caer la frase con la suficiente insidia y maldad para hacerme aparecer a mí en posición distinta del partido. Resulta que cuando el partido era blando frente a la Junta, yo era el blando, porque yo era el que manejaba el partido en Chile. Resulta que cuando el partido se pone duro, yo estoy en desacuerdo en ese mismo momento. Por ningún motivo conviene que yo aparezca unido al partido en una buena posición.

Todo esto es aceptado, es avalado y es aprobado por ti, y así como tú dices que con mis actitudes yo había posibilitado el golpe, yo te digo que cada frase tuya contribuye a esto mismo. Quiero mucho a Frei como amigo, pero no votaré jamás por él para Presidente por los tremendos errores políticos que ha cometido. Votaré por él como senador. Te estoy muy agradecido por considerarme todavía apto para ocupar una senaturía. Pero no te inquietes. Aunque sé que tú no tienes ambiciones, diles a algunos de tus amigos que no se preocupen. A mí me queda poca cuerda y no creo que una candidatura mía sea una solución para el país, ni muy remotamente. Son declaraciones excesivamente inútiles, y dado lo que está viviendo el país el colocarme como posible candidato es, con buen humor, querer tomarme el pelo o colocarme como un ambicioso, el cual no contaría con tu voto.

Toda esa otra historia no se cuenta. En cambio se quiere presentar al partido en la peor posición.

¿Qué dirías tú, por ejemplo, si la gente conociera la carta enviada por Radomiro Tomic al general Gustavo Leigh el 23 de diciembre de 1973? ¿Por qué ella no forma parte también del historial del partido? Vamos a leer algunos párrafos; en su primera parte dice: Estaba convencido de que la Unidad Popular había malogrado miserablemente la oportunidad que tuvo de abrir una nueva época en la Historia de Chile; que estaba literalmente agotada como fórmula de gobierno; y que la desintegración notoria y galopante del régimen llevaría a la renuncia de Allende sin que fuese indispensable el pronunciamiento militar y los inmensos riesgos potenciales del enfrentamiento armado.

O sea, éste era un gobierno que malgastó miserablemente la oportunidad, que estaba literalmente agotado y el régimen desintegrado. Según esa opinión, había que esperar sólo que cayera. Pero como es lógico, parece que había otros que pensaban que no iba a caer, sino que en vista de su desintegración habría un autogolpe. Eso piensa el señor Waiss, al menos.

En otro párrafo de esa carta subtitulado La realidad política, social y económica del país se escribe textualmente: ...La define Ud. y es imposible no compartir este planteamiento (se refiere al texto del discurso del general que reproduce) como expresión malsana y ya intolerable del deterioro moral, institucional, gestado gradualmente a lo largo de muchos años y gobiernos y del cual la UP no fue el origen sino la expresión final. Todo ello como consecuencia de los vicios que su discurso señala: el efecto corrosivo del apetito del poder a cualquier precio, de grupos o individuos; del partidismo sectario y voraz; del excesivo ideologismo; del desprecio por las virtudes sólidas, como la confianza en el propio esfuerzo, el trabajo y la disciplina; de la imitación alienadora de modelos extranjeros.

Y entonces el autor de la carta dice: Todo eso es cierto.

En consecuencia, según esta carta, la realidad de Chile es que era la expresión malsana y ya intolerable del deterioro moral e institucional. Aquí hay un juicio rotundo, más definitivo que todo el libro de Arriagada y que mi prólogo, y una concordancia, pues se le dice que es imposible no compartir sus planteamientos y que todo eso es cierto.

No quisiera alargarme, pero al final se hacen afirmaciones como éstas. Se le dice al señor Leigh que la Democracia Cristiana, comprometida desde su fundación a la sustitución del capitalismo; adherente sin ilusiones a la legalidad del viejo orden; participante a desgano del juego partidista tradicional... sigue estando dispuesta para un programa revolucionario auténtico!.

Se dice después que la DC en un esquema revolucionario así, podría integrarse, y la respuesta dependerá directamente de la autenticidad del esquema al cual se le pide integrarse. La idea de la sociedad democrática y socialista deberá lograrse en un esquema fundamentalmente distinto del que emana de la llamada democracia representativa..., etc., etc., etc.

Si yo hubiera escrito eso, seguramente tú lo habrías publicado en tu boletín, en tu revista, con los subrayados, presentándome como un individuo que ofreció el partido a la Junta e incluso planteaba su disolución para un nuevo orden en que desaparecería la democracia representativa. Pero como no fui yo el que escribió esa carta, ella no tiene importancia, porque no contribuye a infamarme a mí.

Si yo hiciera uso de esta carta citando estos párrafos cometería un grave daño moral y una injusticia, porque naturalmente esos párrafos están en el contexto de una carta muy extensa, cuyos juicios yo no comparto, pero que contiene los puntos de vista coherentes de una línea de pensamiento que ha seguido el autor. Por eso creo que sería desleal juzgarme a mí hasta por el texto de una conversación telefónica con un hijo mío a propósito de hechos conocidos, o por una reunión en casa de Lagarrigue que no ha existido, etc., etc.

Por eso, así como no he negado ningún hecho que me concierne, encuentro extremadamente grave el siguiente párrafo publicado en una revista de tu responsabilidad que comienza así: Informaciones periodísticas revelan que en Santiago en casa de Javier Lagarrigue, íntimo amigo de Frei, se produce un encuentro entre el ex Presidente y su antiguo amigo el General de División Oscar Bonilla, etc., etc... En ese encuentro Frei aseguró que el Partido apoyaría a la Junta y se acordó el envío inmediato de una carta informativa a los partidos de Unión Mundial de la Democracia Cristiana. Igualmente se acordó la urgente salida de una delegación del PDC al extranjero....

Al respecto, quiero ser muy preciso. No he asistido a esa reunión. No sabía de ella hasta leerla en tu revista. Fui hoy donde Javier Lagarrigue. Te acompaño una carta de él. Jamás he ofrecido el apoyo del Partido a la Junta. Esa es una grosera mentira, y considero un insulto y una canallada el afirmar que mi carta a Rumor fue acordada con un personero del Gobierno militar. La carta fue escrita por mí sin previa consulta con nadie, porque consideré un deber moral hacerlo para levantar los cargos inicuos que se hacían en contra de la Democracia Cristiana y en contra mía personalmente.

La única persona que conoció esa carta en Chile, una vez redactada, fue Patricio Aylwin, y fue muy similar a un documento por él mismo elaborado. La carta no se conoció en Chile y la repartí privadamente a dirigentes DC de Europa. Sólo fue publicada aquí a raíz de la protesta de Fuentealba, como una manera de atacarme, y eso más de un año después.

He recibido muchos ataques insidiosos que han querido deshonrarme, pero ninguno me ha herido tanto como esta afirmación que aparece en una revista, repito, patrocinada por ti.

Enseguida se refieren a una conversación que tuve con mi hijo Jorge. Tengo que recordar también este hecho. El día 15 de septiembre varias radios del exterior dieron la noticia de que yo había sido muerto. Muchas personas que las oyeron en Chile corrieron a mi casa y a la casa de mis hijos. En ese instante pensé que estando mi hijo Jorge en Roma, se desesperaría al saber la noticia. Por este motivo conseguí se me autorizara una llamada telefónica, para lo cual llamé a mi ex edecán, general Bonilla. Creo que éste no es un delito, como se trata de presentar en tu revista. Le dije que estuviera tranquilo, que nada me había ocurrido y que en general en el país reinaba tranquilidad y que incluso en las poblaciones habían aparecido banderas chilenas. Jorge le contó esta conversación a un periodista italiano que se pasaba por amigo mío, el cual naturalmente adaptó la información a su entero amaño. No tengo otra explicación, salvo que se hubiera grabado la conversación en el exterior. Ninguno de esos procedimientos es honroso, pero se utiliza en mi contra. A la entrevista del "ABC" ya me referí.

Pero una cosa queda en pie: yo no sé si tú te dedicas a escribir la revista, pero tu nombre es el que le da cobertura, y puedo decirte que además de interpretar mañosamente algunas de mis actuaciones, contiene, como ya te dije, infames mentiras. Perdona que hable con la franqueza a que tú me incitas. Pero leer semejantes cosas me han producido no sólo desazón sino que una profunda amargura. Que lo hagan los adversarios, lo comprendo y no me duele. Pero que lo hagan los amigos, me hiere muy adentro.

Habría otras cosas que agregar. Yo comprendo que en un partido se haga una autocrítica, que nada se oculta, que todo se analice, que cada uno cargue con las responsabilidades que corresponde y que el partido lo juzgue y lo castigue si es necesario. Eso no sólo me parece conveniente sino indispensable. Pero ningún partido que yo conozca admite que esa autocrítica la haga un prominente miembro del partido en una revista, acompañado de personas que no son miembros del partido, que lo han atacado y lo han criticado o abandonado. Eso no lo acepta ninguna organización política, democrática o no. Todo su contexto aparece dirigido a mostrar que hay dos partidos, el de los buenos, de los rectos que no se equivocaron, y el de los malos equivocados, para difundir esta idea entre los DC del mundo y naturalmente entre los que no lo son y presentar debidamente adosada la información.

Esa no es autocrítica. Eso es tratar de destruir un partido. Y eso es absolutamente incomprensible.

La presentación de los hechos es parcial. Es cierto que si yo cojo de un párrafo una que otra declaración, y más aún si invento algo como es el caso que he señalado, puedo distorsionar la verdad por completo.

Nada se dice, en cambio, del enorme esfuerzo, que nunca será bien apreciado, de la gente que se hizo cargo del partido en esta etapa. De su lucha amarga y silenciosa por sostenerlo; por recibir cada día las tribulaciones de tanto militante que ha perdido su puesto, que pasa hambre, que sufre vejaciones o que es detenido; de las mismas gestiones, a veces dolorosas y hasta humillantes para defenderlos; de esa resistencia sorda, permanente, para defender a las personas, a los derechos humanos; la actuación de tantos abogados y militantes nuestros en ayuda de las víctimas, como es el caso muy honroso de Jaime Castillo, como el alegato ante el Tribunal Militar de Antonio Recabarren en San Fernando; como son los escritos de Orrego; como es la acción de nuestras juventudes.

En la parte final de tu carta citas un párrafo mío del prólogo al libro de Genaro Arriagada: Chile está viviendo una tragedia, nuevos odios no pueden sustituir a los antiguos y nuevos apetitos y sectarismos no pueden reemplazar a los viejos. Y sigues: por fin un punto de total acuerdo. Esa es la meta que yo busco, ahora que por caminos diferentes, más no contrapuestos, a los que tú has escogido.

En este caso también olvidas que al final de mi carta a Rumor señalo cuáles son los objetivos de la Democracia Cristiana. No digo en ella que los objetivos son debilitar la acción del partido, ni justifico ni apoyo a la Junta. Digo categóricamente que los objetivos del partido son luchar por la vuelta a la democracia, por la defensa de los derechos humanos, etc., pero eso no se aprecia cuando hay un prejuicio y una posición a priori para juzgarme. Hay ahí el deseo de un daño moral que rechazo. Sostengo allí lo mismo que sostuve en la parte del prólogo que tú reproduces, con la que te manifiestas de acuerdo.

Escribir esta carta ha sido duro para mí. Desde Nueva York te escribí sólo expresándote mi solidaridad como amigo, mi recuerdo y mi afecto. No había allí ninguna alusión a posiciones políticas. Tú me contestaste una carta igualmente
afectuosa, pero en la cual hacías una serie de observaciones de carácter político, por lo que yo estimé necesario representarte algunos de mis puntos de vista. Tu respuesta fue muy categórica. Rechazabas algunas de mis afirmaciones, calificabas otras, y hacías una lista de cargos respecto de mis actuaciones. No referirme a ellas habría sido aceptarlas.

Al iniciar tu carta me invitas a la franqueza y me dices que es inútil proceder de otra manera. He querido ser bien franco, como tú lo has deseado. Habrá tiempo para debatir nuestros desacuerdos y hacer un juicio sobre nuestro pasado.

Lo único que me importa ahora es trabajar con los pocos medios que tengo para que se restablezca alguna vez la normalidad democrática en nuestro país. Estoy profundamente angustiado, porque creo que en la actual situación cada día se ahondan más los odios, los resentimientos, los atropellos, la situación económica es desesperada, la gente está sufriendo mucho y todo eso no conduce a una salida racional y pacífica.

Por eso encuentro desgastadoras y hasta inútiles estas discusiones. Pero no podía dejar pasar tus afirmaciones. Nunca he dejado de estar en una línea democrática, contra el fascismo y contra el comunismo. El gobierno que me tocó presidir creo que fue ejemplar en esta materia. Todo eso tú lo sabes.

Hoy me veo atacado por los que durante estos mismos 50 años hicieron profesión de desprecio a la democracia. Ellos son mis acusadores y mis jueces. Lo encuentro risible. Pero en cambio no lo encuentro cuando personas como tú, cualesquiera que sean las salvedades de orden personal que hagas, en definitiva prácticamente contribuyes a formar la misma imagen.

Doblo esta página. Habrá alguna vez posibilidad de volver a abrirla. Seguir esta discusión, en este momento, es inútil, cuando lo que el país quiere es una salida.

Tú me dirás que si pienso así, por qué te escribo tan largo. Piensa que es, en definitiva, una señal de amistad, porque no se borra de una plumada tan gran parte de la vida.

Tu amigo,

Eduardo Frei Montalva

P.S. Te incluyo entrevista reciente a una publicación colombiana.

Este documento ha sido tomado de la página de Don José Piñera.

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